¡Oh!, Padre fuente de todo bien,
Ilumina nuestra mente para que sepamos ver con los ojos del corazón
Señor, que arda en nuestro corazón el fuego de la misión eclesial
Señor, haznos pobres, humildes y solidarios, testigos de resurrección, consolación y esperanza, siervos presurosos de todos los hombres que encontramos en nuestro caminar.
Por Jesucristo Nuestro Señor. Amén
Mensaje
Queridos hermanos y hermanas:
Con ocasión de la Jornada Misionera Mundial quisiera invitaros a reflexionar sobre la urgencia persistente del anuncio del Evangelio también en nuestro tiempo. El mandato misionero continúa siendo una prioridad absoluta para todos los bautizados, llamados a ser “siervos y apóstoles de Cristo Jesús”, en este inicio de milenio. Mi venerado Predecesor, el Siervo de Dios Pablo VI, ya afirmaba en la Exhortación apostólica Evangelii nuntiandi que “evangelizar constituye, en efecto, la dicha y vocación propia de la Iglesia, su identidad más profunda” (n. 14). Como modelo de este empeño apostólico, deseo indicar de manera particular a san Pablo, el Apóstol de las gentes, pues este año celebramos un especial Jubileo a él dedicado.
1. La humanidad tiene necesidad de liberación
2. La Misión es cuestión de amor
3. Evangelizar siempre
4. Ay de mí si no predicara el Evangelio (1 Cor 9, 16)
5. Conclusión.
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